Infertilidad con final feliz


Este mes de Noviembre hace un año ya desde ese ansiado positivo, desde que mis peques decidieron quedarse conmigo y que yo fuera su mamá.

Pero no ha sido un camino fácil, aunque reconozco que lo que es el tratamiento salió todo muy bien a la primera, pero han sido muchos médicos los que he tenido que visitar para llegar a tenerlas, y hoy os lo quiero contar todo.

Cuando tan solo tenía 15 o 16 años no me sentía una chica como las demás, sabía que algo pasaba, pero no sabía qué. Iba al médico porque yo no menstruaba, pero tampoco me desarrollaba, me sentía como "una niña eterna". Mi médica me decía: "Serás tardía, pero llegará". A los 18 ya no podía más, no me sentía a gusto conmigo misma, así que comencé a ir a médicos privados, mi miedo se confirmó: "No tienes ovarios y tienes útero infantil", "no ovulas", "tus hormonas son de post-menopáusica", "no vas a poder ser madre". Eso y miles de medicaciones que solo sabían que dar problemas.

Siempre fui una chica que soñaba con tener una familia, con casarme, tener hijos. Aún recuerdo esas conversaciones con mis primas, con las que compartía esos sueños. Así que el día que recibí esa noticia comenzó mi peor pesadilla, pero también la búsqueda de la solución. Me habían dado diagnósticos, pero: ¿Por qué? ¿Qué le pasaba a mi cuerpo para que todo fuera así? Me decían consecuencias pero no una enfermedad, un síndrome, un porqué, así que tras años en los que lo dejé de lado porque me veía muy joven y dediqué mi vida a cumplir otros sueños, volví a meterme en médicos, y di con el doctor que me devolvió la esperanza.

Me hicieron muchas pruebas: Análisis de hormonas, ecografías, cariotipo, densitometrías óseas, gammagrafías, varias resonancias magnéticas y hasta una laparoscopia diagnóstica. El resultado fue el mismo, no tenía ovarios, tan solo unas llamadas "cintillas ováricas" un tejido que no tiene folículos. Y sí, el útero muy pequeño. Pero tenía un cariotipo normal, por lo que al final clasificaron como: Disgenesia gonadal 46XX

¿Qué es eso?
"La disgenesia gonadal 46, XX es un defecto ovárico primario que conduce a insuficiencia ovárica prematura en mujeres 46, XX, por lo demás normales. Está provocada por un fallo de las gónadas para desarrollarse o debido a una resistencia a la estimulación por gonadotropina."

Pero el doctor que me lo diagnosticó me dijo: "Si no lo dejas para más de los 30 te prometo que podrás ser madre a través de ovodonación", yo no sabía ni lo que era, nunca lo había oído hablar, así que en ese momento, con 23 años comencé a informarme. En aquella época yo no tenía una situación idónea para comenzar un tratamiento, además, según el doctor tenía casi 7 años más por delante, por lo que, aunque me informé y me empapé de información sobre ello, seguí enfocando mi vida en base a mi futuro laboral y otros sueños varios. Hasta que en una revisión rutinaria, a los 27 me dijeron que parecía que el útero se estaba atrofiando por falta de hormonas. Resultó que tampoco estaba en la mejor situación sentimental, ni personal, para qué engañarnos. Se lo comenté a la persona que en aquellos momentos quería como padre para mis hijos, y tras hablarlo decidió que no había entre nosotros lo necesario como para tomar una decisión tan importante. Yo tenía muy clara mi meta, yo sabía lo que quería, quería tener mis hijos, mi familia, así que decidí hacerlo sola.

Una vez que estaba decidido, tuve que dejar muchas cosas atrás para empezar con ello, pero tomé el control de mi vida y me puse a buscar clínica. Sabía que lo tenía complicado, y en ese momento, solo conocía una clínica en mi ciudad (de la que no había oído muy buenas cosas, pero a la que estaré eternamente agradecida), así que empecé a buscar en otras ciudades. Fui a primeras citas en varias clínicas en las que me dieron negativas. Después, me enteré de que había una nueva clínica en mi ciudad, acudí nerviosa a esa cita, muy nerviosa. Hablé con el médico y todo eran malas noticias: "No vas a poder", "en caso de que te quedaras embarazada tu útero no va a poder con un embarazo", etc... Muy desmotivada decidí ir a la clínica del doctor que me dijo que lo conseguiría por ovodonación, y de la que había oído malas críticas, intenté que fuera él quién llevara todo, pero no pudo ser. Así que me dieron cita con otra médica, por lo que yo no iba muy positiva, hasta que hablé con ella.

No fue fácil esa conversación, tenía que ser realista, la ovodonación podía ser mi aliada, pero tan solo si mi útero era viable, así que quedamos en que no empezaríamos un tratamiento sin haber hecho todas las pruebas pertinentes, como ya tenía muchas de ellas hechas, solo me faltaba ver si el útero era viable y el endometrio engrosaba perfectamente. Así que me hicieron una histeroscopia. Aún recuerdo el día que fui a por los resultados, me aferraba a esa esperanza, no sé que hubiera hecho de no haber podido seguir adelante, pero resultó que sí, que podía intentar una ovodonación.

Tras casi 6 meses de espera y un cambio de médico, que detuvo todo un poco más, recibí la llamada de que ya tenía donante. Mi hadita, mi hada madrina, la que me donó sus óvulos, unas células que para algunas personas no son "nada" y que para mi fueron todo.

Comenzamos el ciclo a la par, ella como donante y yo como receptora. El día 7 de Noviembre de 2016 fue su punción, ese día fue el día en que mis niñas se convirtieron en vida, gracias a mis dos donantes, que no me olvido del hombre que donó su esperma, que colaboró para que ellas estén conmigo. Aquel día comencé a encender una velita, al día siguiente me llamaron diciendo que tenía 12 embriones fecundados, aunque algunos no fueron de la mejor calidad y no fueron viables para congelar. Junto a esa llamada estaba la noticia de que el Jueves 10 de noviembre era mi ansiada transferencia.

El día de la transferencia estaba que ni me lo creía, entré con la embrióloga y me comentó que tenía dos embriones A, y uno B, que los demás se los dejaría a ver como avanzaban. Después de eso me metieron en una sala cerquita del laboratorio, con mi ginecóloga. Una vez que estaba todo preparado me enseñaron por una pantalla a los embriones (me arrepiento de no haberlos hecho una foto pero me daba miedo hacerla y que fuera negativo), y después los trajeron para transferirlos. ¡Ya tenía a mis koalitas conmigo! La doctora me estuvo dando las pautas pertinentes para la betaespera, además de animarme a que hablara mucho con mis pequeños embrioncitos. 

Y empezó la eterna betaespera...
La verdad es que lo llevé mejor de lo que pensaba, sobretodo la primera semana, no tenía duda de que estaban allí, de que estaba embarazada. Tan solo tuve un par de bajoncillos, pero provocados más que nada por la eterna espera.

El 19 de noviembre me llamó la psicóloga a ver qué tal estaba, ese día justamente había comenzado a sangrar bastante y me desanimé, pero ella me ayudó muchísimo, a coger fuerzas y a ver que aun no estaba acabado todo. Me animó a que me fuera ese fin de semana a algún lado a relajarme, y eso hice, aún con mis pequeños sangrados me fui a pasar la noche fuera de casa y estar relajada. Ahí es cuando sospeché que podía estar embarazada pues de camino al hotel en el que iba a estar me puse malísima, mucho mareo, muchas nauseas que al final acabaron en vómitos. "Puede ser la progesterona", pensé. Pero al volver, el lunes me hice un test de embarazo, a día 12 post transferencia que marcaba dos rayitas. ¡Embarazada! Aunque aún faltaban 2 días para que me lo confirmaran en la beta.

El día de la beta me hice otro test para re-confirmarmelo, por si había bajado y luego me llevaba un chasco, pues yo seguía manchando un poco. Pero no, fui a la clínica, me hice el análisis y tuve que esperar 2 largas horas hasta entrar en consulta y que mi gine me dijera que era positiva la beta y además bastante alta: 764... En ese momento no me hicieron eco porque no se iba a poder ver nada.
Me fui a casa muy feliz, el miedo se había ido un poco porque parecía que todo estaba bien, incluso podía ser que se hubieran quedado los dos embrioncitos y aunque me daba miedo pensar en un embarazo gemelar y en una vida como madre soltera con dos bebés, en el fondo, desde que fue la transferencia ya quería que los dos se quedaran conmigo, los sentía como parte de mi.

El día 25 de noviembre, al día siguiente de la beta, me dio un dolor muy fuerte y comencé a sangrar mucho, no podía más que pensar en que estaba pasando lo peor, que estaba teniendo un aborto. Aunque quería me costaba calmarme y pensar con la cabeza fría, pero finalmente me fui a urgencias, que me mandaron a mi clínica. Allí la ginecóloga no estaba muy positiva respecto al sangrado y a como estaban yendo las cosas, me iba a mandar repetir la beta a ver si había disminuido o aumentado, pero antes decidió hacerme una ecografía. En ella se vio un saquito perfectamente implantado, por lo que no me hizo la beta porque podía ser que el otro embrión se hubiera implantado y lo estuviera perdiendo, pero estaba claro que uno estaba bien y seguía embarazada.

Así que sí, estaba embarazada, pero era una sensación agridulce, para mi siempre habían sido dos, por lo que perder a uno me daba bastante pena. Me aumentaron la progesterona y comencé el eterno reposo total, de hecho pasé mi cumpleaños sin poderme levantar de la cama/sofá, aunque por suerte vinieron a hacerme alguna que otra visita. 

Tenía de nuevo ecografía el día 2 de diciembre, y a esas alturas ya no manchaba, y me había hecho algún que otro test y seguía marcándose genial y tenía unas naúseas que me impedían comer practicamente nada, así que sabía que el embarazo seguía su curso y yo, dentro de lo que podía (estaba como un trapo) , estaba feliz. Ese día fui a la consulta y mi sorpresa vino cuando me dice: "Aquí está perfectamente implantado", mueve el ecógrafo y...¡Eran dos! Como siempre he dicho, había algo en mi que me decía que eran dos, de ahí mi chasco el día que solo se vio uno. 

Volví a verlos el día 12 de diciembre, porque seguía en reposo, aunque ya relativo, y me iban a ver qué tal estaba todo. Ese día también fue bastante agridulce. Fue la primera vez que oía latir sus corazones, los dos latían, los dos embriones estaban bien, pero el saco de uno de ellos era muy pequeño y me dijo la doctora que los volveríamos a ver el día 27 de diciembre pero que había posibilidades de que ese embrión no saliera adelante (ese embrión era Nia, por cierto). Así que una vez más volvía el miedo, el reposo relativo y las nauseas, que esas estaban acompañándome día a día, no me abandonaban en ningún momento.

No fue hasta el día 27 de diciembre que respiré un poco y el miedo se quitó, los volvimos a ver, pero esta vez por fin los dos estaban perfectos en todos los aspectos. Fue a partir de ahí que comencé a hacerme a la idea de que estaba embarazada, que iba a ser mamá de dos bebés, porque aún no sabía que iban a ser dos preciosas koalinas. En plenas navidades fue cuando recibí la mejor de las noticias, que para mi fue el mejor regalo de Navidad, que todo estuviera perfectamente.

Y bueno a partir de ahí, fue un embarazo bastante bueno, bastante normal, aunque acompañado de muchas nauseas y problemas de tensión. Además se mantuvieron muy grandotas durante toooodo el embarazo, lo que facilitó que a pesar de ser prematuras, no necesitaron cuidados especiales.Por lo demás estuvo todo muy controlado hasta la semana 30, que fue cuando empezó a descontrolarse todo, a tener que ir a urgencias hasta dos y tres veces por semana, hasta que en la semana 35+1 Nia rompió la bolsa y tras un parto complicado, tuve lo más bonito de mi vida, Nara y Nia. Aún así el parto lo tenéis relatado aquí, si os interesa.

Y en fin, esta es nuestra historia, con muchos años de lágrimas e incertidumbre, pero con un final feliz, MUY feliz. Gracias por haberme leído! Ya sabéis que si se lucha se puede conseguir, a veces parece imposible pero con esperanza se puede. 
Si tenéis alguna pregunta podéis escribirme sin problemas, estoy encantada de poder ayudaros y apoyaros.

Un saludo koalill@s!

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